Sin duda esta Fabúla real, autentica y por demás tierna como sus protagonistas, nos invitan a pensar y repensar como se ha perdido la esencia y cultura de nuestros antepasados y como hoy vivimos en un mundo consumista y por demas egoista, donde nuestro hijos se maduran biches y el encanto de la naturaleza, de nuestro campo ha desaparecido y con él los principios y raices; todo convertido hoy en un sueños para quien tuvimos la suerte de vivir esa etapa y que la nueva generación solo conocerá si por equivocación leen este cuento escrito por mi querida amiga Victoria Torres, de manera dulce e ingenua.
JUANITA, LA OVEJA - PERRO
En una provincia, muy lejos
de la ciudad, pero muy cerca de las montañas,
vivía una niña llamada Valentina,
tenía cabellos claros y ojos color miel, todo el tiempo pensaba en divertirse,
compartía su casa con su mamá, y cinco de sus doce hermanos, bueno sí, era una
familia numerosa, con decirles que ella ocupaba el número 11 de la docena, le
gustaba jugar con su hermanito menor, llamado Nicolás, salían explorar y
disfrutar de la vida en el campo.
No vivían allí solo ellos,
también había un gato llamado Negro, un perro llamado Chocolate y una lora
llamada Roberto, entre muchos más animales que hacían de aquella vivienda un
lugar un poco bullicioso; ella amaba los animales y todo el tiempo estaba
pendiente de ellos mucho más que los demás miembros de la familia.
Sus hermanos mayores, ya no
vivían con Valentina, algunos ya se habían casado y se habían mudado a la
ciudad o a otras provincias, cuando venían a la casa siempre les traían un regalo a los hermanos menores, un día les
trajeron un perro, otro día dos patos, que luego resultaron ser patas, y así
cada que uno de ellos regresaba, había mucha alegría en el hogar de esta niña,
pues siempre le hacía feliz que sus hermanos vinieran a visitar.
De todas sus hermanas había
dos muy especiales, Rosita y Stella, un día Stella asomó por el camino con algo
en los brazos, mejor dicho, con alguien, la niña salió a su encuentro llena de
alegría, y al acercarse, casi que con un poco de miedo,descubrió que era un
animalito muy pequeñito, de color marrón y que hacía un sonido muy
gracioso; con mucha ansiedad esperó a
que llegaran a la puerta de la casa y su hermana lo pusiera en el piso para
mirarlo mejor, todos se acercaron y lo rodearon y cada quien opinaba con
respecto a aquel ser indefenso que se veía asustado por tanto ruido.
La mamá de Valentina, les
explicó que era una oveja bebé y que debían cuidarla mucho, necesitaba leche y
abrigo; todos corrían a buscar cosas que le pudieran servir, la mamá consiguió
una gran botella de cristal con un chupo para poder alimentarla, el hermanito
de Valentina, Nicolás, consiguió una
caja de cartón para que allí durmiera y Valentina encontró una cobija para
abrigarla, además la mami de los niños dijo a todos que a la ovejita le
llamarían Juanita; desde ese día las cosas cambiaron por completo en la casa y
hasta en la provincia.
El nuevo miembro de la
familia, se robaba la atención de todos, los vecinos vinieron a conocerla y los
niños se peleaban por alimentarla o pasearla, Juanita fue creciendo muy
rápido; Valentina intentaba enseñarle
cómo comportarse, por supuesto que a Juanita no le interesaba aprender buenas
costumbres, solo corría, comía y bueno, hacía sus gracias por el piso sin
ningún control.
Juanita se convirtió en la
mascota de Valentina, ella la alimentaba con biberón aun siendo tan grande que
ya le llegaba hasta más arriba de la cintura, le crecía mucha lana y su mami se
la recortaba para que no le diera mucho calor, ella vivía dentro de la casa, no
era una oveja cualquiera, acompañaba a Valentina al río, a traer leña, a la
tienda y la seguía hasta la escuela; se hizo amiga de todos los niños y
esperaba que la campana sonara para salir a jugar con ellos al recreo, la querían mucho y la cuidaban, cuando la
campana volvía a sonar porque terminaba el descanso, ella esperaba a la niña
fuera del salón para irse a la casa.
A Juanita le gustaba comer
de todo, lo que come cualquier animal en una granja, solo que siendo tan
especial esta oveja, también se comía los forros de los cuadernos, los libros,
los cables, y hasta las muñecas de
Valentina y sus hermanas, al parecer, ella se creía más perro que oveja, su
comportamiento era totalmente distinto a lo que se espera de las ovejas
comunes, ellas no entran a las casas, se la pasan comiendo hierba, además
duermen afuera o en un establo, Juanita era diferente, muy diferente.
El techo de la casa quedaba
muy cerca de una barranca donde crecía un árbol y las ramas más altas llegaban
hasta las puntas del tejar, la oveja saltaba y subía por la barranca y llegaba
al tejado a comer las ramas más tiernas del árbol, Valentina, Nicolás y su mamá
se preocupaban siempre que la veían haciendo esto, le gritaban y le insistían
que se bajara, pero ella no hacía caso.
Un día de mucho verano, en
plenas vacaciones, a eso de las 11 de la mañana, Juanita se encontraba sobre el
techo, y de repente se oyó un estruendo, Valentina y su hermanito corrieron
asustados y descubrieron a la oveja en la calle tirada, inmóvil y corrieron a
llamar a su mamá llorando para que la ayudara.
Cuando su madre llegó,
descubrió que La oveja se había lastimado una de sus patas delanteras, al
parecer le dolía mucho, los niños lloraban, mientras su mamá buscaba a alguien
que los ayudara, un vecino corrió en su auxilio, cuando él llegó, le vendó la patita y dio
instrucciones de los cuidados que debía tenerse, y además que no se debería
permitir a Juanita volver a subir hasta el tejado, claro, todos dijeron que así
sería, pero habría que ver lo que sucedió después.
La oveja se alivió en el transcurso de tres semanas y en cuanto
pudo caminar bien, volvió a subir al tejado, sin que nadie pudiera hacer algo
para evitarlo.
Pasado el tiempo, ocurrió
de nuevo el accidente, la oveja volvió a fracturarse la misma pata, la
volvieron a curar; ya se comía casi todo lo que encontraba, había acabado con
los pocos libros que había en la casa, Valentina y su familia estaban cansados
de recoger todos sus desastres, la profesora les prohibió que Juanita fuera a la escuela, porque ya entraba
a los salones y por donde pasaba iba dejando problemas, había crecido mucho y
todo esto era motivo de preocupación.
Un día, la mami de
Valentina les explicó que Juanita necesitaba un lugar más grande, un lugar donde hubiera hierba que es lo que comen las
ovejas, estar con otras de su especie, tal vez tener bebés y muchas cosas más,
decidió que Juanita no podía vivir más con ellos y eso entristeció mucho a los
niños.
Aunque a Valentina le causó
más preocupación que a los demás, trató de entender a su mami, no quería que
Juanita se fuera, no quería que la regalaran, no quería que la vendieran, pues
no era una oveja cualquiera, era como su perro, su mascota, su oveja-perro,
pero debía aceptar lo que decidiera su mamá, por el bien de juanita y de todos.
Se reunieron a tratar de
solucionar este dilema, alguien dijo que era mejor que la llevaran a la granja
de un tío que vivía muy lejos, otro dijo que era mejor venderla a una señora de
una hacienda vecina, y cada quien dio una idea distinta, pero Valentina solo pensaba en una cosa, que si a Juanita se
la llevaban de su lado, sería para un lugar donde pudieran volver a verla; ella
pensaba y pensaba qué hacer, rezaba para que a Juanita no le ocurriera nada
malo, y mientras, su mamá le insistía que había que buscar una solución
inmediata.
Luego de unas semanas, casi
como si hubiera sucedido un milagro, una
de las hermanas mayores de Valentina, se mudó a una casita pequeñita pegadita a
la casa de los niños, esta casa tenía el espacio perfecto, quedarían comunicada
con la casa de Valentina y todos le
suplicaron a su mamá y a la hermana que por favor permitieran que Juanita
viviera allí.
Después de muchos ruegos y
promesas, la hermana accedió y decidieron que Juanita viviría allí, lo
hicieron, y todos los días, Valentina y su hermanito iban a visitarla y jugaban
con ella, aunque no era igual que antes, la oveja estaba pendiente de la
llegada de los niños cuando volvían de la escuela, la mami de la niña, seguía
recortando su lana y la utilizaba para tejerle abrigos que luego le repartían a
los niños del lugar.
EL Fin
Victoria Torres 2013
Gracias toty por darle calor humano a mi blog, un abrazo grande
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