La administración del riesgo en términos
sencillos, se entiende como la
aplicación de estrategias que posibiliten a las empresas mitigar los costos o
pérdidas a que se ven expuestas ante ciertos eventos irregulares o por no decir
fuera del contexto de su accionar.
Para ello es necesario, investigar e identificar
las fuentes o causas de riesgo; analizar la probabilidad y evaluación de su
impacto o efecto; planificar la adopción de controles de los mismos; y la aplicación optima de esas estrategias en
presencia de incertidumbres.
La administración del riesgo
requiere de un desarrollo homogéneo y coherente, es decir que no basta con lo
actuado, donde los modelos trazan ciertos parámetros para su identificación, si
no concebir acciones cuyos resultados sean realmente efectivos.
Pero si bien estos modelos
de administración del riesgo se han venido implementando, sus resultados sin
tener un ánimo pesimista no han sido de lo mejor, ante los permanentes
hallazgos de corrupción, ineficiencia, improvisación y pérdida de importantes
recursos que hacen ver la administración del riesgo como un discurso que no ha
logrado cumplir los objetivos.
Un elemento fundamental en
un adecuado sistema de control interno,
es el compromiso ético y moral de sus asociados y empleados, referente que no es concebido de manera
prioritaria en la identificación de los riegos de todo tipo, y en mi modesta
opinión es el mayor patrimonio y base de fortaleza de una organización, el
contar con empleados, funcionarios, servidores públicos o cualquier tipo de
vinculación laboral, comprometidos, con
altos principios éticos y morales, que con solo su presencia generen confianza
y credibilidad de sus actuaciones.
Es, en la selección, capacitación y en el proceso meritocrático en donde se
concibe la mejor forma de administrar el riesgo, al vincular personal con perfiles idóneos y adecuados, con hojas de
vida intachables en su comportamiento arraigado en sanas costumbres familiares
y personales.
Es lastimoso observar que los principios y valores se
tengan que recordar a través de normativas, cuando debería ser naturaleza del
individuo propia de la enseñanza y formación familiar y profesional.
El control interno a través de la administración
del riesgo tiene su mayor fortaleza en el talento humano, es la base y
fundamento del sistema y es ahí donde debemos generar los mayores esfuerzos
para que la actitud frente a sus compromisos estén direccionados a dar lo mejor
de sí como persona y profesional, en busca de su desarrollo y de la empresa que
representa.
Basta conocer los principios, costumbres y
comportamientos éticos de una nación para imaginarnos cuál es su calidad de
vida; necesariamente los países adoptan
su cultura propia, pero esta tendrá los resultados que se espera en la medida
que sea del colectivo y no como un resultado egoísta e individual que conlleve al
subdesarrollo.
El desconocer por tantos años estas condiciones de
administración, es lo que ha hecho que nuestro país haya tomado rumbos
insospechados que antes que generar bienestar, se halla sumido en lechos de
pobreza, corrupción, violencia desmedida, hasta el punto que hoy es el pan de cada
día, donde nuestra mirada es de simples observadores, sin asombro; diferente si
ese flagelo tocara nuestros intereses.
“Un cambio de cultura no es
nada fácil, pero en algún momento debemos comenzar.”
Hasta pronto.
Blog: marcontrol.blogspot.com
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