
Tanto el Gerente como el auditor,
basan sus principios en la responsabilidad que le asiste sobre sus actuaciones
y cómo a través de sus resultados proporcionan confianza a los diferentes
interesados en la organización; es el caso de los inversionistas, socios,
clientes, usuarios internos y externos, proveedores, sistema financiero,
organismos gubernamentales, etc.
El poder de dirección de un
Gerente se potencializa en la medida que conozca la operatividad de la empresa,
tema del que conoce muy bien el auditor; esto le proporciona confianza en el
control de aseguramiento que debe ejercer en áreas, procesos y actividades
relevantes, mitigando de ésta forma el riesgo desmesurado de recursos,
traducidos en resultados no esperados.
Hay que revisar las funciones,
las calidades, capacidades y experiencia que debe ostentar un auditor, para
comprender que son las mismas que un Gerente de empresa debe tener para llevar
a buen puerto los objetivos y metas de la organización.
Una de las premisas que un
auditor debe contemplar en su función del control, no es otra, que el
conocimiento integral de la organización, desde la naturaleza y misión de la
empresa, pasando por los procesos, la normatividad que le aplica y la
importancia que reviste para la organización los estados financieros,
presupuestos y demás instrumentos que avisan de la gestión y estado de arte de
la organización.
Un Gerente y un auditor, como
función principal, más que coordinar y ejecutar lo que sus dependientes hacen o
dejan de hacer, deben controlar, o mejor que el control lo ejerza todos y cada
uno, según sus competencias y responsabilidades (AUTOCONTROL).
La diferencia estriba en que
mientras el Gerente gestiona el quehacer de la organización, el auditor repasa
lo hecho por la administración para avisar de aquellas situaciones que por
descuido, error u omisión, sus ejecutores pasaron o inadvirtieron, como una
manera de generar el equilibrio ideal de la organización en procura del
cumplimiento de su misión y metas contempladas.
El Gerente como el auditor, deben
ser pares; toda vez, que sus intereses no van más allá que propiciar el mejor
manejo de los recursos de la empresa en términos de eficiencia y eficacia, dentro
de un entorno de progreso y responsabilidad frente a las funciones asignadas y
los deberes establecidos.
En tal sentido, es utópico pensar
una desconexión entre el Gerente y el auditor, como quiera que sus propósitos
no sean otros que sugerir, implementar y aplicar mecanismos que conduzcan a
lograr una organización donde sus resultados se reviertan en términos de
calidad y excelentes servicios para sus clientes o usuarios.
El proceso que surte un Gerente
desde su representación frente a la organización, es idéntico en lo que
respecta al auditor, quien asegura su gestión, partiendo de la planeación como
cultura sine qua non, norma que permite blindar el camino y guía de su
actuación; estructurado y acompañado de talento humano calificado y capacitado,
dentro de regulaciones y protocolos formalmente establecidos.
Ahora su competencia desde la
implementación del sistema de control interno, el Gerente es el responsable de adecuarlo, observando aquellos procesos y
demás elementos que lo conforman, generando los lineamientos, proporcionando
los recursos (Humanos, financieros, tecnológicos,..) y demás que le permitan
cumplir sus metas y objetivos que se propone en función de la Misión
Corporativa.
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