De acuerdo con lo publicado recientemente por portafolio.com y el tiempo,…… “el año pasado, los hallazgos de las contralorías del país involucraron 3,8 billones de pesos. Pero, en el mismo año, los fallos emitidos solo apuntaban a la recuperación de 38.000 millones de pesos.
Según el auditor general de la república(sic), Iván Darío Gómez Lee, los hallazgos fiscales -la identificación de una desviación por parte de servidores públicos o particulares, que causan daño patrimonial al Estado, que hicieron en el 2009 las contralorías- incluyendo la General, representan una cuantía de 3,8 billones de pesos.
Gómez califica de "pésimo" el balance de las contralorías del país en su tarea de recuperar los dineros del erario como resultado de los procesos de responsabilidad fiscal que adelantan”.
Lo anterior y en relación con las notas y artículos publicados en www.auditool.org, link blog, reafirma, que la tarea de las auditoría y la practica del control interno, mas que detectar errores o desviaciones significativas de los recursos y bienes públicos (irrecuperables), es la de recomendar y perseverar para que de manera preventiva se apliquen controles que contengan y minimicen la comisión de este flagelo que desangra el patrimonio del estado y desestimúla la vocación tributaría de la ciudadanía.
Es paradójico, que al revisar los programas de estudio de la mayoría de universidades relacionados con ciencias económicas, administrativas y contables, se refleja la reducción sustancial de asignaturas relacionadas con el control, omitiendo proyectos integradores como la Auditoria y las finanzas, fundamentales e importantes en la concepción profesional para preservar y garantizar el manejo de los recursos públicos.
Lo anterior supone que, la práctica del control como nueva cultura, debe ser un referente de la educación superior, encaminada y comprometida con el desarrollo de la persona y con la realización de valores esenciales y con miras a la formación integral, la investigación y la participación de la comunidad universitaria en la vida política, cultural y socioeconómica de la nación; dentro de un contexto académico pero material dedicado a observar las necesidades arraigadas y severas que afronta el país, como es el caso de la corrupción y el ineficiente manejo de los recursos públicos, para que desde su competencia sean sus profesionales los forjadores de administraciones limpias, con comportamientos éticos, fundamentados esencialmente en una nueva cultura de lo que significa controlar.
Cuánto ha perdido Colombia? y cuánto tendremos mas que perder?, si no nos proponemos a aplicar modelos de control basado en prácticas de administración pública responsables y limpias, donde los recursos se inviertan en pos de fortalecer nuestra hacienda pública, que haga que los presupuestos de cada periodo encuentren las infraestructuras y los medios suficientes para obtener una educación, una vivienda, una salud… con calidad, objeto y misión del estado colombiano.
Nos hemos quedado en los informes de auditoria, desnudando en cada ejercicio las falencias y hallazgos negativos, como los descritos por el Auditor General de la Nación, sin que se tomen los proveídos necesarios, que mitiguen en gran proporción el motivo del desgreño como se manejan los recursos públicos y que en nada mejora la imagen nefasta y negativa con que se mira la función pública, y lo que es más vergonzoso sin que se tomen medidas oportunas y ejemplarizantes para aquellos que desangran las limitadas finanzas del estado, en perjuicio de los sectores más pobres y vulnerables de la nación.
Hagamos cuentas y podremos estimar que las desviaciones por éste flagelo en ineficiencia y corrupción, superarían en los últimos 15 años el actual presupuesto general de la nación- 2010, tasado a precios de hoy, en mas de 140 billones de pesos y no es una exageración.
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